Pese a que su nacimiento como réplica a un Super Mario que estaba dejando ensordecido al personal a gritos de innovación y calidad pudiera sugerir poca inspiración al fijarse en otro título, este Alex Kidd in miracle world puede considerarse pionero en muchos sentidos y digno aspirante a estar en el podio de los plataformas de mediados de los 80.
Nacido en 1986, apenas un año más tarde que el plataformas del fontanero, Alex tenía muchas más cosas de las que preocuparse el Ron Jeremy pixelado. Lleva dinero para comprar artículos, atento a los items que compras, ojo a los secretos de los castillos o no verás el final, sobrevive con los vehículos...y el mejor: aquí a hostias, no pises a los enemigos.
Es un clásico en toda casa seguera que se precie llevar a tu coleguita de la nes a tu cuarto, ponerle el Alex Kidd y ver cómo mordía el polvo en el primer pajarraco al intentar aplastarlo -¿Pero qué c**o ha pasado?- esto es el miracle world muchacho, el Bronx del pixel. Aquí tus pies no valen como arma, no valen ni la mierda del pajarraco ese que te ha mandado al cielo. Ah! Y levántate de la silla a pausar el juego y seleccionar un item cacho vago. Mi master system ya me ponía en forma mucho antes que la wii esa rompepantallas y dislocahombros. Perdón, que me voy por los cerros...Sigamos.
Pese a que podríamos definir el juego como un plataformas clásico la cantidad de elementos y variedad de situaciones es abrumadora. A lo largo de nuestra aventura nos encontramos con niveles verticales y horizontales, con laberintos de salas disfrazados de castillos, con la posibilidad de llevar 3 tipos de vehículos, con un abanico de ítems encontrables y comprables que van desde ataques especiales -los mini odiosos ocho-, minijuegos como el piedra-papel-tijera y secretos. Muchos secretos.
Esta cantidad de situaciones junto a la variedad de escenarios, la sensación total de aventura representada en nuestro andar por el mapa y la fauna -los bichos del volcán son culos levantando los brazos, ¿a que sí?- que habita en el mundo milagroso hace que si tuviera que elegir una palabra para definir el juego sea esta: Fantasía.
Este juego es fantasía pura. En mi opinión, pese a su núcleo jugable plataformero, fue el primer acercamiento a un juego como zelda por parte de sega, el primer juego en el que el jugador va descubriendo sus entresijos y secretos conforme lo vamos jugando, algunos más evidentes que otros. ¿Cuándo descubriste que el primer pulpo es un atajo? ¿y que el ítem del volcán a priori cerrado podía cogerse? ¿y lo de los pinchos del agua del último castillo? (esto último lo descubrí yo hace unas semanas…). De vértigo.
De verdad que podemos discutir si la física de nuestro Alejandro está mejor o peor que la del fontanero, si el timing de los puñetazos se podría haber ajustado o algún que otro aspecto a pulir, pero la cantidad de elementos a los que atender a lo largo de poco más de una hora de partida es encomiable.
Pero como todos los pioneros, hay momentos en los que se paga el pato de ser el que va machete en mano abriéndose paso por la selva. Hay fallos de diseño por el simple hecho de ser unos nóveles. Lo del mapa de código en japonés (de derecha a izquierda y por columnas) merece un pequeño tirón de orejas al olvidarse de los occidentales -ya que te pones a programarme una hamburguesa para los demonios forasteros, programa una nueva piedra de códigos, cojones- y lo de los pinchos del último castigo no es nada evidente. Un buen diseño, cómo el del ítem del volcán que parece encerrado, sugiere al jugador, susurra “eh, prueba a meterte ahí” -Miyazaki y souls en los 80’s-. Pero lo de los pinchos del agua no hay absolutamente nada que susurre más que muerte. También hay que tirar orejas por el anticlímax de su final: texto en fondo negro.
Pero vaya, que todos sus problemas sean esos. No hace mucho leí que este Alex Kidd iba a nacer como juego de dragon ball. Y yo que me alegro que no fuera así, hubiera lastrado la fantasía absoluta y sin límites que vivimos en nuestra juventud. Una entrada memorable al mundillo y una aventura que, dentro de su saga, no se volvió a repetir. Este primer Alex Kidd es el mejor de todos. Y al que me lo niegue le espero en el parque a las 5 para un duelo a piedra papel o tijera.
Un abrazote