Shinobi III: Return of the Ninja Master (1993) es un juego de saltos. El primero es tecnológico: cuatro años habían pasado desde que vimos The Revenge of the shinobi (1989) pululando por el mundo consolero. Cuatro años de experiencia acumulada, de conocimiento en los sistemas en los que se programaba y en los resultados conseguidos era una barbaridad de tiempo -y más en los 90- que se vio plasmada en el resultado. Shinobi III es uno de los juegos más impresionantes y avanzados del catálogo, ya no sólo de Mega Drive en particular, si no de máquinas 16bit en general. Iba a ser lanzado un año antes, pero alguien con la autoridad necesaria decidió retrasar el lanzamiento al ver o jugar algo que no le acababa de cuadrar. No se le puede cuestionar nada ante el producto final presentado.
El siguiente salto es jugable. Era muy difícil haber vivido Mega Drive en tu casa, en los barrios y patios de los 90 y que se te escapara jugar en algún momento a la entrega original. Ya sea en cartucho original suelto, en un Megagames 2 o alguno de los Megagames 6 que fueron apareciendo con Mega Drive II. Incluso alguno lo jugó en aquella recopilación de MegaCD llamada ArcadeClassic Collection. Prácticamente todos los que disfrutamos y vivimos Mega Drive jugamos a la entrega original.
La sensación de jugar a Shinobi III habiendo dedicado horas a la primera entrega es como quitarte cincuenta kilos de peso muerto en la espalda. Joe se mueve como nunca, corre como nunca, pega patadas como nunca y sí, salta como nunca. Se trata de un juego que, respetando el espíritu Arcade de la entrega original, se mueve en un ámbito mucho más plataformero y de habilidad en el control de Joe . Ya en ese fantástico primer nivel -¿una de las mejores melodías de entrada a la acción de la historia?- se nos permite eliminar enemigos a patadas concatenadas, correr entre un bosque que muestra la virtuosidad técnica y los planos de scroll de la que el juego hacía gala y se nos deja aprovechar la inercia de la carrera para dar espadazos con arremetidas. Era otro Joe, era otro juego y era, en ese primer contacto tras años de jugar al primero, una de las más increíbles experiencias que podía tener la chavalada seguera de los 90. Pocos saltos recuerdo en la vida como aquél.
Se trata de un juego que salió en la cima creativa de SEGA y de su relación con Mega Drive. Sonic 2 nos había dejado boquiabiertos y Streets of Rage 2 nos acabó de noquear. La compañía aun no tenía que recuperarse del batacazo de MegaCD y pudo seguir haciendo lo que mejor sabía: arcades y juegos de acción.
Mis palabras de a continuación pueden sonar duras, pero no por ello creo que haya que esconderlas. Creo que Shinobi III fue el último gran juego de aquella SEGA cuya filosofía era que tuviéramos un Arcade en casa, un hijo de aquellos primer Revenge of the shinobi, ESWAT, TOKI y demás juegos que vestía nuestro querido Boris Vallejo. Después, pese a que vinieron títulos de calidad extrema, se centro más en ver qué hacía la competencia para recuperarse del batacazo del CD.
Aunque no sólo de arcade y scroll lateral vive el ninja. El título nos propone un variadito de situaciones que se escapan de los estándares del género. El impresionante segundo nivel con esa melodía a lomos de un caballo, el nivel en el que vamos surfeando o el penúltimo -y dificilísimo- nivel en el que vamos cayendo por un acantilado violando toda física real entre piedra y piedra. Es un juego mucho más variado que el primero que sabe medir muy bien el ritmo entre niveles y cómo intercalar a la perfección elementos más pausados y sosegados con otros -ese bosque en llamas, madre mía...- más directos y dinámicos.
Se trata de una propuesta más sencilla que el original en cuanto a los enfrentamientos con los enemigos -hay muchas más formas de eliminarlos- pero bastante más difícil en el plataformeo. Su enfrentamiento final, un 1vs1, es una brillante demostración del nivel de perfeccionismo al que llegaron: es un juego de lucha que ya quisieran muchos dedicados en exclusiva a las hostias. Con los cimientos jugables que se marcaron sólo ellos pudieron hacer un último boss así y salir en volandas de la plaza.
Juego perfecto técnicamente, impoluto en lo jugable y casi sin peros en lo sonoro -pese a las increíbles melodías de entrada y de niveles de acción como el del caballo alguna cómo la del ascensor flojea un poco- es el resultado final de aquella filosofía que tanto echamos de menos en los sistemas actuales, un canto de cisne a un paradigma que hoy muchos añoramos con nostalgia.
Yo soy de run&gun, soy de Treasure y de Konami. Pero si un alma gemela me dice que Shinobi III le parece el mejor juego de los 90 le abrazaré, le daré una palmada en la espalda y me iré a tomar algo con él/ella recordando aquello.
Disfrutemos de él hasta el final de nuestro días.
Un abrazote