1992 fue un año clave. En el tiempo de esas criaturas salidas del peor imaginario del terror cósmico lovecraftiano que son Curro de Sevilla y Cobi de Barcelona, ocurrieron eventos clave en nuestro querido mundillo videojueguil.
Nintendo había liberado a su cerebro de la bestia en Junio en nuestro país con varios mazazos (Mario World, super g&g y Castlevania IV) y Sega tenía que soltar toda la carne para competir con aquello, pariendo pilares y rompiendo varios techos con títulos como Streets of rage 2 o Sonic 2. En ese tiempo mágico de mutaciones que promocionaban eventos como la expo, hardware nuevo y titulazos ocurrió algo que pasó casi desapercibido y que el tiempo, que pone a todo y todos en su sitio, acabó juzgando como un evento clave: La gran Konami (la de los 90!), posiblemente la thirdparty por excelencia junto con capcom, se libró de draconianos acuerdos de exclusividad y pudo desarrollar para la 16 bit de Sega, para goce y disfrute del personal.
De ahí salieron títulos top conocidos por todos, piezas de culto como fueron Probotector/Contra hardcorps -¿el mejor run&gun de la historia?...si no existiera Epsilon-Eagle y shattered soldier, yo diría sí.-, Rocket Knight Adventures o Castlevania new generation/bloodlines.
Este Tortugas fue su debut en el sistema, y como tal debe ser valorado. Y no sólo como ejercicio de reconocimiento de desarrollo para un hardware nuevo, si no como una mezcla entre semi-port y adaptación de trabajo ya hecho. Pero vayamos por partes.
Teenage Mutant Ninja Turtles: The Hyperstone Heist es un beat em up clásico, un yo contra del barrio de hostias, saltos y algún que otro elemento nuevo, como el botón de carrera exclusivo de esta versión. Un A-B-C del género.
A lo largo de sus 5 niveles luchamos con una no muy variada fauna de ninjas de colores, perros robots, una mezcla entre tiburón y alien sumergidos y varios bosses. Y aquí, sin entrar a valorar ni qué versión es mejor, va más rápido o demás hay que ser justos y remarcar que hubo un importante recorte de contenido respecto del arcade y el turtles in time parido un año antes en snes.
Nos quedamos sin niveles, nos quedamos sin viajes en el tiempo, sin nuestro gorrino favorito Bebop -jódete Peppa- y, pudiéndolo justificar ante la inexperiencia del equipo ante un hardware nuevo, nos quedamos sin efectos gráficos tan chulos y -tan noventeros- cómo el lanzar a los enemigos a nuestra pantalla, posiblemente por eso mismo, por no tenerle pillado el truco al hardware. Luego demostrarían ser capaces de hacer eso y más. Mucho más.
A cambio tuvimos un yo contra el barrio rápido, impagable para los fans de las tortugas, de jugabilidad sencilla y directa que hará las delicias a dos jugadores que quieran pasar un buen ratillo sin tener que preocuparse demasiado. Y esto, para bien y para mal.
Esa virtud que es la accesibilidad tiene un coste: no se trata de un juego que sea muy interesante de rejugar. Lo bosses, muy pobremente animados -krang va de un lado a otro de la pantalla sin mover del sprite ni un pixel- apenas tienen dos patrones contados, los escenarios son vacíos y se repiten constantemente el mismo tipo de enfrentamiento (2 azules, 4 rojos, los 4 aliens…) de forma iterativa.
Aquí, el ávido lector me dirá que esto pasa en todos los beat em up de la época. Se lo concedo querido caballero. Pero, sensación mía, el ritmo es otro. Sus 5 niveles son largos, algunos partidos como el último con el ascensor o el del barco, pero otros como las alcantarillas estás constantemente viendo el mismo fondo en esos enfrentamientos iterativos de agrupaciones que comentaba antes. Y el ritmo -esto es muy importante en lo que voy a intentar argumentar- en el que estos grupos de masillas aparecen es prácticamente el idéntico, como una sintonía que se repite constante.
Aquí creo que sería injusto compararlo con los pesos pesados cómo Streets of rage o Golden axe, así que intentaré argumentarlo con un título mucho menor. No puedo si no compararlo con Alien storm, juego que creo, quitando el innegable magnetismo de las tortugas, está bastante a la par. Pese a que comparten carencias -agrupaciones de colores, bosses de pocos patrones, reutilización de los mismos o pocos niveles-, Alien storm va presentando los enemigos de una forma mucho más dilatada. Agrupaciones más comedidas y oxigenadas en el tiempo, en una sintonía que va In Crescendo hasta su último nivel, el de la nave nodriza.
Has podido andar un buen rato entre enemigos en los primeros niveles, han ido siendo más comedidos aumentando la presión de su mano en tu pescuezo de forma gradual, cada vez más hasta ese final, en dónde das 2 o 3 pasos y te ahogan constantemente. Eso es sensación pura de “Agobio” ante lo que es el reto final, muy bien conseguida.
En este tortugas en el segundo nivel ya se nota un ritmo muy intenso. Si no llevo ni la mitad del juego, cuando llegue al ascensor, ya no sentiré “Agobio”, si no “Hastío”. Y es mi caso. 5 niveles en los que acabé pidiendo la hora. Me sobró totalmente tener que enfrentarme de nuevo a todos los bosses de golpe sin ningún tipo de variación, me sobraron varios pisos a ese ascensor y, por qué no decirlo, una vez pillado el timing en el cual puedes hacerle daño a Shredder, me sobró barra de su vida -toques-. Y ahora viene el plot twist de mi texto: Lo jugué sólo.
Todas esas carencias, todas esas manchas se vuelven en mi contra al jugarse a dobles. El hastío se comparte, se hace llevadero y el juego brilla ante esa constante ida y venida de enemigos. Este juego, al contrario que harían luego con su fantástico Batman returns, se hizo para jugarse a dobles.
Así que, si vas a dejarte la pasta en él para algo más que tenerlo en tu estantería, un buen consejo: búscate un compañero/a de batalla, ya que es dónde el título supera sus debilidades y se vuelve en algo más que el ejercicio de debut que comentaba al principio. El arcade tapado por dos culos jugando, una de las imágenes más icónicas de los 90.
Sea como fuere y lo juegues cómo lo juegues, quédate con esto: Fue el aperitivo de la gran fiesta de Konami en nuestra querida negrita. Habrá a quien le guste más o menos este piscolabis, pero amigo, nadie nos quitará en el recuerdo el menú principal que vino después.