No hace mucho que os hablé de las limitaciones técnicas -entre otras cosas- en mi retrospectiva de Super hang-on (1989) a la hora de adaptar el “super scaling” a consola. Siendo una de las primeras implementaciones para Mega Drive, se trataba de un título al que le veían las costuras en lo gráfico y que sufría d eun rendimiento muy irregular. Algo comprensible para el que empieza en un hardware que no domina y al que aún está en pleno proceso de descubrimiento.
Lo mismo puede decirse de Space Harrier II y de Super Thunderblade, títulos primigenios que pagaron la novatada de estrenar consola mediante la adaptación de una tecnología tan demandante. Simplemente no dieron la talla, bien por un framerate pobre del título de helicópteros o bien por un juego vacuo en el caso de nuestro rubiazo espacial volador.
Pues bien, dos años pasaron -todo un mundo cuando hablamos de los tiempo de desarrollo en los años 90- y apareció para nuestra negraza esta excelente conversión del OutRun de arcade de la mano de, reverencia con una marquesina, AM2.
Ha sido un delicioso ejercicio de abstracción el comprobar de primera mano cómo los programadores entendieron la máquina para la que programaban. OutRun de Mega Drive es un claro salto adelante respecto de esos primeros títulos, un mundo en cuanto a ejecución y presentación respecto de aquellas primeras propuestas.
Técnicamente supieron equilibrar perfectamente la calidad y complejidad de los sprites que pintan, el número de los mismos y la velocidad a la que todo ocurre en pantalla. Es un juego con ralentizaciones muy contadas, inexistentes comparadas con los otros juegos. No sabría decir si las motocicletas del Super Hang-on están mejor o peor que los coches que vamos viendo aquí, pero si se tuvieron que hacer sacrificios para compensar el excelente rendimiento sin duda fue un acierto de decisión.
Nubes -aunque sea un efecto gráfico algo bizarro, que parezca que viene una ola gigante por el horizonte-, cambios de rasante, árboles, carteles, tótems de piedra,...una infinidad de sprites diferentes pasando a toda velocidad de la pantalla a tu retina. Impagable en tu casa de 1991.
Jugablemente añade una mínima capa de la que preocuparse respecto de su homónimo de moticos: la marcha. Apenas hay que gestionar si la llevamos en Low o en High, pero al igual que la mecánica de recarga de un arma en un Gears of War, el tiempo para cambiar de marcha sin verse perjudicada la velocidad crea un fino escalón que saltar cuando estamos con el mando.
Acelera, gira, frena y cambia de marcha. Punto. El arcade en toda regla en tu mando de 3 botones. Pero quizás se pasaron de frenada (jojojo) en esta adaptación literal del juego en marquesina. He echado mucho de menos algún tipo de modo de juego extra, un modo competición similar al que intentaron hacer con las motos.
Así que mi opinión es dual. Por un lado, un gusto ponerse en pleno 2022 con un juego del que no hay más que preocuparse en darle a start y jugar. Y por otro lado, duele pensar en la chavalada del 91 gastándose 9.990 pelas en un juego y que este venga con algo tan escueto como la misma carrera -con diferentes rutas, eso sí- una y otra, y otra vez. Creo que, objetivamente, es un juego al que le falta contenido para llegar al mínimo y que pedía a gritos un aliciente más que justificara su adquisición.
Y a nivel sonoro, aunque las melodías estén a la altura -sigo prefiriendo las del juego de motos- me ha chocado un tema que quería comentar por aquí: el juego, salvo que pases cerca de otro coche o derrapes, es un juego mudo. No se oye motor, no se oyen los giros. Vas a 297 km/h girando por curvas y lo único que escuchas es el sonido de la radio. Es una sensación muy rara en la que, hasta hoy, no había reparado.
Resumiendo, OutRun es un juego que dio el golpe en la mesa técnico necesario para afianzar la relación Mega Drive - Arcade que tanto definió a nuestra maravillosa 16 bit, pero al que le hubiera venido bien algo más de contenido que alargara la vida útil doméstica. Pero, aun hoy, una delicia jugable al que le seguiré dando estos días...
...Pero vaya, yo al final haré lo que me diga la rubia esta de al lado.
Un abrazote